¡oh, madre de la naturaleza, hermosa Venus, única divinidad que Epicuro invocaba en Grecia; tú que, expulsando del caos la noche oscura, das vida y fecundidad, sentimiento y dicha a la innumerable multitud de seres mortales; tú, a quien describen desarmando en tus brazos al dios del cielo y al dios de la guerra; que con tu sonrisa haces huir los truenos, infundes calma al aire y haces nacer los dulces placeres que consuelan al mundo, desciende de los cielos en tu carro rodeado de amores...!
¡Ven para que, al verte, las sospechas, ven para que al escuchar tu voz, todo se una y se inflame! Ven, y demuestra que al universo lo sostiene el amor!
¡Qué inútil es el vano fárrago de las leyes! Sigamos sólo una de ellas y que sea la tuya, la del amor!
Voltaire.
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